lunes, 6 de octubre de 2008

Daniel Doval en Máxima Expresión


A PARTIR DEL 11 DE OCTUBRE EN ME!

Sobre fines del siglo XIX los fotógrafos de plaza surgieron en las ciudades, ofreciendo retratos-recuerdo, hasta que la popularización de las cámaras les fue quitando trabajo. Hoy, los pocos que sobreviven, generalmente emplean película instantánea Polaroid. Doval, en cambio, continúa con aquella añeja tradición.

Una especie en franca extinción es la del fotógrafo de plaza, con su gran cámara-laboratorio montada en un trípode de madera que recuerda el soporte de los teodolitos, ofreciendo retratos a quien esté dispuesto a posar y contener la respiración por fracciones de segundo.
En el Zoológico de Buenos Aires, en el Botánico, al pié del monumento al General Roca en el Centro Cívico de Bariloche, en fin, en todos los rincones del país donde hubiera un paseo público, ahí estaba el “minutero”, fotógrafo capaz de tomar una imagen, revelar el negativo y hacer una copia en tamaño postal, manipulando los materiales en el misterioso cuarto oscuro de su cámara.
Desde hace varios años ha sustituido la magia de la química por la precisión del color de la foto instantánea al estilo de la Polaroid. No más químicos, revelado ni aquellas engorrosas manipulaciones.
Daniel Doval, sin embargo, ha venido a rescatar del olvido una forma de hacer fotografías que parecía haber desaparecido definitivamente del escenario urbano. Todos los domingos –claro, que no llueva–, está en San Telmo con la cámara de madera que él mismo construyó para traernos algo de su arte, el del minutero.
Nacido en Paraná en 1961, hace 22 años que es fotógrafo. Hizo fotos de teatros, estuvo en Bariloche, Mar del Plata, Villa Gessel, haciendo fotos a los turistas. También se aventuró a Montevideo para documentar las Llamadas, la tradicional celebración del carnaval de los negros, a la que le cantara Alfredo Zitarrosa en su candombe “Isla de Flores”.
“La idea de esta cámara surge a partir de investigar sobre viejos procedimientos –dice–. Me regalaron un libro sobre antiguas cámaras y la adapté, armé una ampliadora a escala que funciona con una batería de 12 voltios y un lente zoom de 28-100 que me permite hacer copias en papel de 13 x 18 cm”.
Para la toma, emplea película gráfica Agfa de 35 mm, utilizando como “chasis” o portapelícula un marquito de diapositivas y, en cuanto al lente de toma, “es de una Canon EOS, que se me rompió el circuito y lo armé con un diafragma fijo”.
Con sencillez, describe su trabajo y reivindica una de las formas más populares de hacer fotografía pero, también, se revela como un fotógrafo consumado que viene desarrollando su propia obra personal, que le ha permitido exponer en varias muestras colectivas en el Centro Cultural Recoleta (La imagen liberada, 1994) y tener obra aceptada en uno de los salones del Foto Club Buenos Aires.
www.minutero.iespana.es

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